Por derecho
Incluso, al final,
cuando te marchas y el teatro vuelve a ser solo un recinto silencioso que algo
espera, es inevitable que extrañes el taconeo persistente, fuerte y armónico de
Antonio de Verónica, su delgada silueta adueñándose del escenario, devorando
hasta el último centímetro con la profundidad de una mirada cargada de escuela;
la sensualidad de Saray Cortes envuelta en volantes, el hechizo de sus manos
acariciando el aire oscuro de un teatro repleto hasta la exageración,
la
sutileza de su femineidad priorizada en los movimientos aguerridos del compás
flamenco ondulándose sobre las tablas; la dócil imagen de Azael inaugurando el
final, con una atractiva inocencia que emula todo lo que se desarrolla delante
de él y la figura prodigiosa e
incomparable de María Emma, como un artificio del arte, como un espejismo que crea percusión e imagen, apoderándose de tu atención hasta el absoluto silencio, sumergida en la eternidad, mientras los
acordes de las guitarras amanecerán contigo, entre los recuerdos más entrañables de un día
que no habrá sido igual a otro vivido junto a ellos …
Foto:Félix Ramos |
¡Enhorabuena!... Y mis mejores
deseos a toda esa familia que ha llenado el Teatro Cervantes de Málaga, una vez
más, con el corazón latiendo a golpes de flamenco.
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